En 1633, la inquisición sometió a Galileo Galillei a un proceso en el que se vio obligado a ponerse de rodillas y abjurar de sus teorías acerca del movimiento de la tierra.
Según cuenta la tradición, al levantarse murmuró: "!Eppur, si muove!" ("!y sin embargo, se mueve!") lo que demostraría que, a pesar de la "confesión", seguía pensando del mismo modo.
El papa Juan Pablo II pidió perdón en nombre de la iglesia (1992), después de casi 360 años, por la injusta condena que la iglesia impuso a Galileo Galilei.