Hasta el siglo XIX se explicaba el efecto del calor en la variación de la temperatura de un cuerpo por medio de un fluido invisible llamado "calórico". Este se producía cuando algo se quemaba y, además, que podía pasar de un cuerpo a otro. La "teoría del calórico" afirmaba que una sustancia con mayor temperatura que otra, necesariamente, poseía mayor cantidad de "calórico".
Benjamin Thompson (Conde de Rumford ) y James Prescott Joule establecieron que el trabajo podía convertirse en calor o en un incremento de la energía térmica determinando que, simplemente, era otra forma de la energía.
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